La noche del no.
La noche del viernes fue sin duda una de las peores de mi vida, estaba tan harta de estudiar que me decidí a salir con dos amigas al pub donde trabaja un tipo que me gusta y bueno, quería despejar un rato mi mente. Llegamos al pub a las 00.30 mas o menos y ahí comenzó todo: el pub estaba lleno, no nos dejaban entrar hasta que como a los 10 minutos salieron muchas personas y nos dejaron entrar, esperamos a que se desocupara una mesa, nos sentamos y nos disponíamos a pedir unos tragos. Al no ver al barman de mis sueños en la barra me decidí a preguntar a un ex compañero por qué no estaba esa noche y me dijo: ah! Si, lo que pasa es que renunció y se fue a La Serena… NOOOOOO!!!, mi pequeño mundo se cayó a pedazos, le volví a preguntar si estaba seguro por que yo lo había visto en la universidad –sí – me dijo, pero anuló y se fue, esa respuesta terminó por convencerme. En fin, no era tan grave así que me dispuse a continuar con mi noche de bohemia, llamamos a una mesera para tomar algo y en vez de ella se nos acerca un mesero que nos dice: disculpen, sé que les va a parecer mala onda lo que les voy a decir pero necesito que se paren de la mesa por que hay unas personas que están esperando desde hace rato una mesa y esta estaba reservada para ellos, mi compañera no les dijo y fue nuestro error. Ahora sí quería morir, yo le dije que no pensaba pararme por que o sea, yo también había esperado por una mesa junto con mis amigas, la cuestión quedó al final en puros alegatos sin sentido mientras nos pedían disculpas una y otra vez, salimos furibundas repitiéndonos que no iríamos más a ese pub y ya estaba, en otro lado lo podríamos pasar mejor. Caminábamos por la calle y a mi no paraba de darme vueltas en la cabeza esa frase maldita: se fue a La Serena y no vuelve, me pregunte un buen rato por qué todos los hombres que me interesan en serio desaparecen o están pololeando y la verdad me acongojé un poco. En fin, dirijimos nuestros pasos al Bar Adentro, la entrada estaba carísima así que nos dijimos: nos vamos al barrio Esmeralda. Comenzamos a recorrer bares para ver en cual nos quedábamos hasta que en uno nos hicieron precio, entramos y había una banda tocando música en vivo, cuando quise ir a cobrar mi cover un mesero me atajó y me dijo que alguien iría a atenderme a la mesa y no pude poner un pie cerca de la barra – ok – dije, esperaré en mi mesa entonces. Cuando ya estábamos a gusto y disfrutando de la música brindamos una y otra vez por que por fin la noche se componía y por lo que fuera en realidad. Cantamos mucho, la banda era buena y dos de los músicos muy guapos, así que todo estaba bien, hasta que se me ocurrió al final de la noche invitar a bailar al guitarrista de la banda… no, es que me tengo que ir de inmediato por que no soy de Valdivia y ahora viajo pero gracias de todas formas por la invitación, me abrazó y se despidió… yo sentía que me estaban dando el pésame por estar viviéndo la peor noche de mi vida. Como aún faltaba para que cerraran el local y la Yare quería ir a bailar, bajamos a la pista de baile, estábamos de lo mejor bailando hasta que unos tipos nos dijeron si queríamos bailar, les dijimos que no y nos hicieron el escándalo, nos gritaban cosas y nos insultaron sólo por no querer bailar (¡!) ya, es un impasse más de esta noche que ya no da para más pensé, así que fuimos a buscar nuestras cosas y nos marchamos, llegué cansada, deprimida y chata, después de una noche completa de NO: no puedes entrar por que está lleno, no te puedes sentar por que la mesa estaba reservada, no te hacemos precio para entrar y no puedo bailar contigo. Creo que para la próxima vez que esté harta de estudiar mejor duermo, veo tv, me dedico a bordar ( aunque no sé bordar) o cualquier cosa menos salir… en cuanto al barman de mis sueños que se llama Eduardo, solo me quedó el consuelo de una noche de su casi total atención, de una semana completa de coqueteos en la universidad y bueno c´est la vie!... aunque no paro de preguntarme qué le habré hecho a Cupido para que se vengue así de mí.